HEXAGRAMA Nº 4. MENG / LA
IGNORANCIA JUVENIL
(Abajo K’an, manantial. Arriba
Ken, montaña)
Arriba está el sabio, la montaña;
abajo el niño en el medio, el serrano manantial, al pie. Entre ambos el
movimiento de la vida que fluye con naturalidad y entrega al orden superior de
la civilización.
La ignorancia en el medio es peligro
que el aprendiz vence en virtud del movimiento de sincera y humilde entrega al
maestro. La perseverancia propicia: éxito.
“No soy yo
quien busca al joven necio, él es quien ha de venir en mi busca, en la forma
adecuada. Si pregunta una vez, doy respuesta, la respuesta. Mi magisterio es la
enseñanza y amo. Pero si ligero, terco o dubitativo pregunta más veces lo
mismo, es molestia; y si molesta, no contesto. Ha de aprender conforme a la
verdad.”
LAS DIFERENTES LÍNEAS
LÍNEA Nº 1
La ignorancia
es cerco de confusión que entreteje hierros donde yace encadenado el necio. La
Ley es la disciplina con la que el sabio disuelve el hierro y escalona los
elementos de la confusión, para que por ellos suba el necio, de su baja
condición, a hombre.
“Es
propicio disciplinar al hombre a fin de evitar su persistente postración.”
LÍNEA Nº 2
El joven
diestro toma la alternativa.
“El hijo
es apto para el gobierno de la casa.”
Soportar
al necio con suave indulgencia, saber tomar a la mujer, acarrea ventura, pues
con ello se afirma la relación entre firme y blando.
LÍNEA Nº 3
Infiel
para con lo propio, vive vano abandono tras la fuerza que pasa. ¿Ha de
encontrarse algo propicio en ello?
“No habrá
de tomar una muchacha que ve a un hombre de bronce y no mantiene el dominio de
sí misma.”
LÍNEA Nº 4
La
insensatez “del pocas luces” es como un tiro de boomerang cuya causa cinegética
fuera su propio arrojador y su golpe la humillación.
“Únicamente
ella está alejada de lo real más que ninguna otra cosa.”
LÍNEA Nº 5
Para la
natural ignorancia infantil, el antídoto de la sabiduría se compone básicamente
de, humildad, entrega y ductilidad, y se llama ventura.
LÍNEA Nº 6
Cuando ni
advertencia ni la prohibición son suficientes para corregir la terca
inclinación del mal, es preciso emplear el castigo. En la aplicación del mismo,
deberá tenerse en cuenta, que la punición a su vez, no contenga elemento alguno
de transgresión.
El sentido
del castigo labora, puramente, para la corrección del mal y la restauración del
orden
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